Ella caminaba rápido por Lavalle,
él caminaba contra sus pies
y al cruzarla le agarró la mano,
fuerte.
Él usaba kipá
Y le colgaban trenzas largas al costado de las sienes.
Tan chiquito como un onceañero
con arrugas de cincuentón
Ella miraba el brazo apresado
le temblaba la mochila
él caminaba contra sus pies
y al cruzarla le agarró la mano,
fuerte.
Él usaba kipá
Y le colgaban trenzas largas al costado de las sienes.
Tan chiquito como un onceañero
con arrugas de cincuentón
Ella miraba el brazo apresado
le temblaba la mochila
(hay a quienes las sorpresas
no les sientan bien)
“¿Dónde está su sonrisa?’”, pregunto él,
ella lo miró transparente,
“Nunca salga sin su sonrisa”, le ordenó;
era cierto: había perdido sus comisuras.
Él soltó su brazo
y le deseó buen día;
era cierto: había perdido sus comisuras.
Él soltó su brazo
y le deseó buen día;
ella se fue riendo,
pensó que estaba loco...
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