viernes, 24 de octubre de 2008

Ella caminaba rápido por Lavalle,
él caminaba contra sus pies
y al cruzarla le agarró la mano,
fuerte.

Él usaba kipá
Y le colgaban trenzas largas al costado de las sienes.
Tan chiquito como un onceañero
con arrugas de cincuentón

Ella miraba el brazo apresado
le temblaba la mochila
(hay a quienes las sorpresas
no les sientan bien)

“¿Dónde está su sonrisa?’”, pregunto él,
ella lo miró transparente,
“Nunca salga sin su sonrisa”, le ordenó;
era cierto: había perdido sus comisuras.

Él soltó su brazo
y le deseó buen día;
ella se fue riendo,
pensó que estaba loco...

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