viernes, 5 de septiembre de 2008

"Lo que usted contó es muy parecido a lo que me pasaba a mí. Se encontraba atrapada. Pero ella siempre tuvo algo que yo en algún momento no tuve. Ella tiene fe. Yo no la tenía, y me quedé ahí, atrapada. Yo era una persona que sufría dolores de cabeza permanentemente. No podía dormir. Veía bultos, que eran los espíritus que se corporizaban conmigo. Se dejaban ver. Y yo no hacía nada sin la autorización de ellos. Estaba invadida, controlada. No era yo. Tenía una depresión tremenda. No podía dormir, no podía estar de día. No podía ver el sol. No podía salir a la calle. Estaba en la oscuridad mas profunda. Me atacaban dolores en el cuerpo, y eso afectaba a la relación con mi esposo. Peleábamos, era una catástrofe terrible. Entonces yo fui a ver a todos los mejores especialistas para que resolvieran mi problema de los riñones, un exceso de bilis. Siempre a especialistas. Y nadie me lo resolvió, hasta que encontré a Dios. Porque si a mi me agarraba un médico clínico en ese momento, me internaban en un psiquiatra. Yo tengo dos chicos. Y en esa época me quería ir. Me quería escapar, a cualquier costo. Me quería matar. Me quería tirar de un piso catorce porque no soportaba el dolor físico. ¿Pero a quien le puedo decir eso? ¿Quien está en mi lugar? ¿Quien me lo va a entender? Así fueron 14 años de mi vida. Los médicos no hicieron nada bueno. Destruyeron mi vida y la de mi esposo. La de uno de mis hijos también, que se metió en la droga. Por suerte, la mas chica salio sanita sanita. Ella mismo me contaba cosas que veía de pequeñita. Yo era la mamá, y estaba siempre en la cama, y ella veía que la figura de su mamá se convertía, se transformaba. Yo era una mujer terrible. Era mañosa, envidiosa, atormentada, loca, fuera de sí. Dios hizo el milagro. Por Dios mi esposo escuchó la radio y me contó de un lugar que ayudaban, acerca de la sal, la sal que cura. Dios es un hombre de mucha misericordia. Yo culpaba a Dios de todas mis desgracias. Pero el algo vio en mí. Seguro que se pone a buscar, va a encontrar un montón de cosas que no le van a gustar. Pero algo vio en mí. Cuando lo encontré a Dios, quise escapar de todos los espíritus, pero no pude. Me costó ocho meses liberarme. Al principio no podía, porque me dolía el cuerpo, como si me hubieran dado una paliza. Eran los espíritus que me atormentaban. Estuvieron 14 años conmigo. No me dejaban ir, era de ellos. Decían: ‘Esta persona es mía, me pertenece’. La verdadera cara de los espíritus no es la que usted ve. La verdadera cara es la que se ve en la iglesia, cuando uno está orando. Y yo fui liberada gracias a Dios, a que existe un Dios grande y milagroso. La voz del pastor, que habla con las palabras de Dios, pudo traspasar la voz de los espíritus, que me decían que era de ella. Vale la pena conocer a Dios. Amen. Al llegar a la iglesia el pastor, gratis, me dio fuerza, valor para salir adelante. Y me dio la sal de Dios, que hizo desaparecer a los malos espíritus. La sal que cura. Porque es el camino de la sal el que nos guía. Fue el propio Jesús el que dijo ‘buena es la sal’. Si hay un camino de la sal yo lo sigo, y la persona que se comenta en contra de la sal, va en contra de Jesús. Porque Dios es misericordioso, y nos guía. Y el con sus palabras dijo ‘La sal limpia. La sal purifica’. Y se ungía el cuerpo con ella en las aguas del río"


Mas información: iglesiauniversal.com.ar

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