miércoles, 10 de septiembre de 2008















- Tenés fuego?
- No, no fumo

Esa mínima charla, pero charla al fin, se repite una y otra vez, y es como un deja vú en mis pasos por la calle Ayacucho, hasta la parada del colectivo, por las noches. Él hace el gesto de acercarse un pucho a la boca, y yo abro los brazos y muestro las palmas de mis manos, como si fueran los únicos lugares donde se lleva un encendedor.
El tipo, que no sé si es linyera, cartonero, polizón o un simple vago, está sentado en un escalón, esperando quién sabe qué, mientras hace nada. No hay un perro que lo acompañe y lo saque de su soledad. Tampoco una botella o un vino de cartón. Solamente él y sus ganas de fumar.

Siempre la misma pregunta con la misma respuesta. No sé si me reconoce, y ni siquiera sé si hace lo mismo con cualquiera que pase por ahí, pero es innegable que mantenemos un vínculo, él con su deseo y yo con mi carencia. Y siempre que veo a alguien en esa situación me pregunto cuál será su historia, cómo llegó y cómo es vivir en la calle, si tuvo o tiene sueños, si tiene familia y esas cosas.

Varias veces pensé en llevar un encendedor, pero me olvido, mi memoria me traiciona de forma permanente. Incluso hasta hace un tiempo yo quería que me pidiera otra cosa, como 'che, tenés una moneda?' o 'me dejás hacer un llamado?'. Pero nada de eso pasó hasta ahora.
A esta altura dudo que sea fuego lo que quiere, y que lo que busque sea preguntar algo y que le contesten, para no sentirse ignorado, arrojado y aburrido. Tal vez lo haga para divertirse y decir 'este boludo siempre me contesta'.

Todas conjeturas, ninguna certeza.

Foto: Coni22

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