lunes, 29 de septiembre de 2008


Sábado, 25 grados, pura primavera.

El vendedor ambulante de una plaza común, es el elemento fundamental del folclore de la salida típica al verde, para los niños y niñas.

“Pirulíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiines, Garrapiñadas, Pirulíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiines”, recita el vendedor que se pasea por toda la plaza para ganarse el pan. Los chicos acalorados por el falso día de verano se acercan al vendedor en busca de refrescarse, pero el problema es que solo tiene golosinas.

“Señor, ¿Me da un helado?”, pregunta inocentemente un niño.

“No tengo mi amor, solo garrapiñadas y pirulines”, sintetiza el vendedor.

El calor deja sus frutos en la mercancía del vendedor ambulante, el sol ataca el envoltorio del pirulín, lo pega del todo y va ser imposible despegarlo del caramelo.

Las garrapiñadas de poco se van derritiendo por la temperatura y hacen un manjar peligroso al estómago de cualquier criatura que esté poco acostumbrada a un dulce de ese calibre.

Otro niño entra en escena.

“Señor, ¿Me da un coca?”, interroga al vendedor.

“No tengo mi amor, solo garrapiñadas y pirulines”, repite el vendedor.

“Pirulíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiines, Garrapiñadas, Pirulíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiines”, eleva su canto de venta el errante vendedor que parece no caer ante no poder ofrecer otro refresco que pueda liquidar los efectos del calor.

La temperatura no baja, cada vez hay mas niños en la plaza y el vendedor contento por la cantidad de comensales que lo acompañaban en su día de trabajo.

El constante calor sigue haciendo estragos en las golosinas. Ya las garrapiñadas sacan un vapor en el envoltorio poco recomendable y los pirulines pierden su color.

Los niños vuelven a cruzarse en el camino de nuestro vendedor pero en esta oportunidad vuelve a caer ante la competencia y no pude liquidar la sed de los clientes.

El vendedor es consiente de que en ese ámbito no va poder vender nada, entonces cambia su rumbo y se dirige por la avenida hasta que su figura se pierde en la calle pero solo se escucha: “Pirulíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiines, Garrapiñadas, Pirulíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiines”

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