lunes, 29 de septiembre de 2008

Es muy molesto tener que hacer trámites. Esa afirmación parece ser la premisa de la mayoría de las empresas de servicios, ya sea telefonía, internet, tarjetas de crédito y lo que sea que su imaginación sugiera. Pero, como no podía ser de otra manera, dos tipos de gestiones están bien diferenciadas: las que hacen ganar plata por un lado, y las que producen pérdidas, por el otro. Estas últimas suelen ser particularmente difíciles.

Un pobre anónimo, de esos que no tiene ningún contacto ni influencia que pueda saltearle el mal trago de tener que llamar al 112, pudo triunfar en su propósito de dar de baja su servicio de banda ancha. Su tenacidad (o su bronca, o espíritu de venganza, quién sabe) le permitieron ignorar y/o superar los siguientes obstáculos:


- El IVR, que formula cada una de las opciones de la manera más larga posible
- 10 minutos de espera con música monofónica insoportable

- Otros tantos minutos con el operador preguntando los motivos de la baja

- La notificación de que el sistema está caído. Para qué tantas preguntas previas entonces?


Nuevo llamado (el probre anónimo es desconfiado). Otra vez el IVR, otra vez la espera, otra vez el sistema está caído. No era mentira.


Al día siguiente vuelve a llamar. IVR, espera, etc etc etc. El sistema funciona, Dios existe. La explicación es simple: "Me mudo y nadie va ausar Internet en ese lugar", a lo que el operador, en una clara muestra de haber escuchado al cliente pregunta "Pero no quiere cambiar el plan para mantener el servicio?"


El pobre anónimo tiene paciencia. La segunda explicación bastó, pero fue inútil, porque en ese sector no toman las bajas. Transferencia al sector correspondiente, música aburrida y... tuuu tuuu tuuu


"Se debe haber cortado", dice el anónimo operador después del IVR, la espera y la maldita música. Otra vez la misma explicación, otra vez la transferencia al sector... y otra vez el corte.


Al pobre anónimo ya se le nota la vena en la frente. IVR, espera, música, puteadas mentales y poca paciencia. La operadora cumple y dignifica: "Yo le tomo la baja señor, no lo voy a transferir". Eso es buena voluntad.


El pobre anónimo logró su objetivo, venció al sistema de iveerres, músicas somníferas, esperas interminables, cortes dolosos y culposos y operadores ineficientes. Eso sí, la baja será efectiva dentro de un mes, porque "pasó el período de cierre". Mientras tanto, pague un mes más, aún sin utilizar el servicio.

El pobre anónimo debe resignarse. Es el precio que hay que pagar por pertenecer.

4 comentarios:

porteña dijo...

La pregunta que me hago es: ¿"Pertenecer" vale la pena tanto sacrificio? Todo cuesta tanto que a veces uno desearía ser un vegetal ahogado en vinagre.
Fin.

Leonardo Ferri dijo...

El precio que hay que pagar para tener internet, celular y cualquier otro servicio es que, todo el tiempo y sin pausa, nos metan el dedito en el culito. No sabemos estar mejor.

Unknown dijo...

O no queremos.

Al respecto, cuando me mudé, el inquilino anterior se olvidó de decirme cual era la clave del contestador automático de Telecom. Algo tan simple como pedir que lo reseteen implicó un trámite que se prolongó durante meses, horas a la espera de que las líneas del 112 no estuviera ocupadas.

Pedir algo como que los trámites puedan realizarse de manera sencilla es, dadas las circunstancias, demasiado. Pero tan complejo sería una ley que obligue a las empresas a tener un operador cada cierta cantidad de usuarios?

Unknown dijo...

Pd: En mi próxima vida canto ser una piedra.

 
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