miércoles, 3 de septiembre de 2008


"No nos conviene, echala"


La situación requería otra intimidad, mayor discresión, pero la joven, rubia, elegante y aparentemente afortunada empresaria eligió, con su acento recoleto, la sala de espera del dentista para dar la orden, fría y cortante.


"Todavía está en período de prueba?" y "el abogado ya sabe?" fueron las dos cuestiones por las que se preocupó, como una verdadera leona que cuida sus cachorros, o sus negocios.

Mientras decidía el destino laboral de esa anónima a prueba (estaría embarazada? o enferma? o loca?), limpiaba la punta de sus botas, y el charol reluciente debería reflejarla, haciéndola ver poderosa, tomando decisiones desde el consultorio. El sonido del torno hacía la escena aún más perversa.


Odontólogos aparte, otro motivo más para no simpatizar con las salas de espera.

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