miércoles, 28 de octubre de 2009

Otrora,
el alma se vendía
a cambio de riqueza,
inmortalidad
o belleza.
Hoy se vende
a cambio
de una promesa
de trabajo.

martes, 26 de mayo de 2009

El karma se ha cobrado un nuevo triunfo frente a la obtusa humanidad. Esta vez, por primera vez, la pobreza se alza invicta en la batalla. Hoy el mal de chagas y el dengue tienen un contrincante que los mira desde el otro lado del pozo. Es la Gripe de los Ricos, La Gripe de los puercos, el virus que llega al planeta a romper el patrón de injusticia azarosa de las enfermedades. Esta vez entonces, por primera vez, el rico es el que estornuda y moquea.

¿No nos causa aunque sea una mínima mueca interna de gracia escuchar que los infectados se contagiaron durante sus clases de equitación? ¿O que de los 7 colegios que acaban de cerrar por miedo al virus de la influenza (como está de onda llamarlo), 3 tengan nombres en inglés y estén ubicados entre la segunda nube de Olivos y la tercera de San Fernando? Sin rencor adjunto, a mí me da como risa.

Y sí, qué iban a saber estas personas que de su viaje por el mundo perfecto se podrían agarrar un bicho que iba a terminar desterrándolos de su ultra mundo… o que por andar en caballos de fábula iban a terminar aislados y siendo el motivo por el que se atrasan los alumnos del país. Del país del Norte, claro.

La Gripe de los Ricos llega sin haber hecho nunca el más mínimo daño para aparecer. Nadie la contrajo por dormir en la calle, ni por tener las ampollas de los pies manchadas de barro o por carecer de las necesidades mínimas de la vida, como un baño, un colchón, un tampón. Es evidente, creo que casi cantado. Esta vez, por primera vez, la gripe de los ricos la contagia el buen vivir. ¿Quién duda si existe el karma?

miércoles, 29 de abril de 2009

Pasajero: Llegamos, acá nomás...
Taxista: Son $11.70

Pasajero: Servite... ($15)
Taxista: Bueno... y 3 son quince
Pasajero: Te faltan 30 centavos...
Taxista: Es que no tengo monedas de diez
Pasajero: Entonces cobrame $11.50
Taxista: Tampoco, apenas tengo monedas
Pasajero: Entonces cobrame $11 así no te saco las monedas
Taxista: (Resignado pero sonriente) La verdad que nunca nadie me peleó así un vuelto. Servite ($4)
Pasajero: Gracias. Chau.

miércoles, 1 de abril de 2009

Explota un fantasma desde adentro del tórax
me rompe los huesos
me ahoga
chorrea baba blanda, blanca
(Mancho la remera)

Explota y desentiende
marea y arremete
(Me ofusca)
cae la sangre desde la sien
el cuerpo decora la vereda

Un anzuelo pica:
Pescó una bota
un hacha, un perno.
(Está muerto)

Desde adentro el fantasma vomita
llena las muñecas de cemento.
Es difícil caminar con tambores
atados a los tobillos
cocidos a la tráquea.
Mejor callar
y estancarse.

viernes, 27 de marzo de 2009

Apenas arribé a Brasil y prendí la tele me puse a llorar. Eran 4 canales: 2 de noticieros, uno de música y otro de novelas y variedades. Todo lo que surgía de esa programación era absorbido por mi cerebro ávido de contenido chabacano.
Tomé nota mental de un Festival Nacional de las Hortalizas donde juraban que habría gente bonita por todos lados que esperaría de brazos abiertos. En la posición en la que me encontraba, no estaba en condiciones de discutirle a la TV nada de lo que me prometía.

Hubo un programa en especial que captó mi atención más que el resto, uno al que sugerí a mi pareja estable que nos juntáramos a ver para evaluar curvas y guarangadas. Era la elección de la Garota del Verano, en la que esperábamos ver culos brasileros para todos los gustos y placeres. Sería uno de esos eventos para criticar rubias y alabar morochas, pelearse por cuál de ellas tiene las mejores tetas y terminar disconformes con la ganadora… como acá, en Argentina.

Ni bien el desfile había comenzado, notamos que las 50 brasileras que circularían la pasarela vestían mallas enterizas azules. La primera de ellas empezó a caminar moviendo su cuerpecito, la cámara la seguía. Reparamos en su sonrisa, tenía bonitos ojos, la cámara continuaba siguiéndola en un plano medio de la parte superior de su torso, miré sus hombros, tan parejitos y también la cintura, finamente contorneada. Supimos que era Abogada, que estudiaba hacía tiempo sin poder terminar la carrera porque además trabajaba con sus padres. De pronto nos dimos cuenta de que la dama ya estaba volviendo a su lugar de origen y, más importante, no habíamos visto su culo.

Decidimos dejar de hablar entre nosotros para concentrarnos en la tele y no perdernos esta parte vital para definir a la ganadora entre las 49 concursantes siguientes.
Así fue como, prendidos a la pantalla, vimos una a una a las demás garotas desfilar de la mitad para arriba. “¿Y los ojetes mega gigantes de las brasileras, dónde están?”, “¿Para qué lo vimos entero?”, eran algunas de las preguntas que circulaban atónitas y retumbaban entre las paredes del departamento. Acostumbrados al modus operandi de la televisación nacional, esperábamos ver los poros de los 103 pendejos púbicos de las muchachas (muchas de ellas pebetas de 16 años), u observar cómo rebotaban los menuditos pechos en medio del tórax fornido y bronceado.
En lugar de culos, información académica. En vez de tetas, cualidades intelectuales… y ropa. “¡Qué aburrido!”, recuerdo haber pensado: “En Brasil las mujeres son más que un agujero” (o al menos, es menos evidente).

lunes, 16 de febrero de 2009

Si bien todos los personajes de Disney conviven en un mismo universo, las interacciones entre distintos personajes suelen tener como pivotes centrales al ratón Mickey y al pato Donald. Los personajes secundarios como Tribilín, el Tío Rico o los sobrinos siempre interactúan, por separado, con alguno de estos dos personajes centrales. No es normal que muchos de estos personajes secundarios se crucen. Y cuando lo hacen, es por algún acontecimiento de magnitudes epopéyicas.

Tribilín y el Tío Rico dialogan en una viñeta de una Disney Aventuras colombiana que, en la "epoca de oro" solían importarse directo desde Colombia. Un barbudo de veintipico es el dueño de la edición que, sin ningún tapujo, tanta sonrisas le causa en un subte a las seis de la tarde. Pronto guarda la revista en su mochila, y sin dejar de sonreir observa al vagón. El vagón, por su parte, cuando el barbudo voltea la cara, lo observa a él.

Entonces su vecino despunta una de esas pequeñas computadoras con forma de celular y, golea a la selección brasilera en otro clon del fifa 95 desarrollado en java. Barbeta mira curioso, y comienza a hacerle preguntas referidas al juego, molestando al pasivo player que apenas atina con monosílabos. El cuestionario se corona con un "puedo jugar" cuya respuesta , claro está, es negativa.

A su derecha, un ejecutivo analiza la situación y, si bien sabe que el mangazo es inminente NO PUEDE dejar de mandar ese SMS tan importante. Y entonces la situación se repite: "¿Estás mandando un mensajito?","escribis con los números, no?","¿Con quien estas hablando?". Los auriculares impiden responder.

Y la sonrisa del barbudo se desdibuja. Aferra su mochila cada vez mas fuerte y comienzan a salir lágrimas de sus ojos, atrayendo la atención de curiosos siempre pacatos al contacto visual directo. Barbas se levanta de su asiento. "Necesito plata. Una moneda". Llora. "Tengo hambre". Y su desesperación crece. Comienza a caminar de una punta a la otra del vagón, buscando una mirada, alguien, algo. "Por favor" grita, con mocos chorreantes.

Barbas no consigue nada, y se arrastra al siguiente vagón. A mi lado, una risita y un: "el hijo de puta quería generar empatía".

lunes, 9 de febrero de 2009

Circulando por el barrio de La Boca
un muchacho detuvo el bondi:
tenía la piel negrita y zapatillas gigantes,
unos rulos despeinados
y medias blancas, pero grises
Prejuiciosa, prejuiciosa yo…

Se sentó a mi lado en el último asiento del colectivo
(el resto del lugar estaba vacío)
Yo llevaba un bolso transparente
él una campera cubriéndole un brazo entero;
la campera era de corderito
y repito: le cubría un brazo entero.
Prejuiciosa, prejuiciosa yo…

Que me roba que me roba que me roba
Que me va a robar
Que tarde o temprano me va a robar
Mejor me guardo el documento en el bolsillo
Y la tarjeta
Y la llave también
Prejuiciosa, prejuiciosa yo…

Que se para y me arranca el bolso
Que se para y me lo va a arrancar
Mejor lo abrazo bien fuerte y lo escondo.
Prejuiciosa, prejuiciosa yo…

Mejor me cambio de asiento
o me bajo ya mismo, acá
“pero si me bajo ya mismo me violan, me violan acá
y encima me van a robar”
Prejuiciosa, prejuiciosa yo…

Upa algo está pasando:
se bajó y no me robó.
Devolví mis cosas al bolso,
todavía me tiembla un pulmón
Prejuiciosa, ¿prejuiciosa yo?

viernes, 6 de febrero de 2009

Abrió su cartera ni bien se sentó, y sacó el paquete con el objeto tan preciado. Quitó la cinta, removió la bolsita y ahí estaban, ella y su cd, separados tan solo por un celofán. Lo miró por un momento y sonrió levemente. Lo giró, miró la contratapa, luego el lomo y volvió a la tapa.

Amor amarillo, de Gustavo Cerati, no era lo que se dice una novedad discográfica, pero era nuevo para ella.
Intentó, no sin poco esfuerzo, quitar el celofán. Pareciera una broma del fabricante, que produce envoltorios difíciles de romper, jugando con la desesperación del melómano que sigue comprando discos compactos. Pero lo logró. Y una vez que abrió la cajita, miró el CD, y lo quitó de su base, esa base transparente hecha también por el enemigo, que se romperá a la cuarta o quinta vez de poner y sacar el disco.

Tomó el booklet (la manera progre de decir
librito) y lo olió. Y sin dudas sintió ese aroma a nuevo, mezcla de plástico y tinta, que sirve para endrogarse hasta la compra del próximo original, quién sabe cuándo...

Recordé la primera vez que vi un
cidí, en una vidriera de algún shopping. Y la primera vez que tuve uno en mis manos, allá por los primeros noventas, uno de Pink Floyd que tenía mi tía, que no me había gustado porque con mis once o doce años no entendía ese tipo de música todavía...

Después tuve uno de Guns N' Roses, ese de la tapa azul con el tipo pensando, que era importado porque todavía no se fabricaban acá... Tener ese plástico que parecía metal, era tener el futuro en las manos. No más cassettes ni vinilos; y tan lejos de los cd's vírgenes, pendrives y mp3
desespiritualizados, si se me permite el término.

Leyendo el librito viajó ella, durante todo el trayecto del 152, que le debe haber sido eterno, por las ansias de llegar a su casa para poder escuchar ese disco, que aún sin sonar, la acompañó durante todo el viaje.

 
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